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Charlie Norwood~
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Charlie Norwood~
Charlie Norwood
♦ Nombre Completo: Charlie Norwood.
♦ Fecha de Nacimiento: Catorce de Enero de Mil novecientos ochenta.
♦ Edad: Treinta y tres años.
♦ Nacionalidad: Inglesa.
♦ Familia donde perteneces: -
♦ Grupo:
♦ Rango: Otros.
♦ Sexualidad: Heterosexual.
♦ Ocupación: Restauradora, fotógrafa.
personalidad
Charlie siempre ha sido la niña fuerte de la familia, la rebelde, la luchadora, la más directa, sincera y realista.
De pequeña se caracterizó por su personalidad protectora hacia su hermana gemela, siempre defendiéndola y dedicándole su tiempo para enseñarle cosas o hacerla feliz.
También, en muchas ocasiones, metía a Frankie en problemas por ser tan traviesa y tener tantas ideas locas en la cabeza.
Hiperactiva, testaruda y un poco caprichosa, era encantadora al igual que su hermana, más inocente, graciosa y tranquila.
Ambas tenían sus encantos.
Ágil de mente, contestataria y problemática.
Y aún así dueña de un corazón enorme.
Con el paso del tiempo se transformó en una mujer seria con una máscara de tranquilidad, como si nada ni nadie pudiera alcanzarla, como si nada pudiera lastimarla.
Se la ve fuerte, decidida y despreocupada, pero por dentro sólo tiene miedo, angustia y un enorme vacío entre sus costillas.
El dolor de tantas tragedias en su vida no le permite descansar.
Su corazón palpita apresuradamente, su sangre corre veloz, y la ansiedad la consume.
Se siente sola, aunque no lo demuestre, aunque nunca te explique qué le sucede, aunque nunca te haga saber que algo va mal con ella.
Naturalmente, como no le gusta mostrarse débil, tampoco le agrada que la contengan. Como todos, necesita cariño y atención, pero prefiere no evidenciarlo. Además, lo que menos espera es encariñarse con alguien (pero de todos modos piensa que es incapaz ya de querer a otra persona luego de tantas pérdidas).
Su falsa despreocupación la demuestra con bromas y sonrisas y un gesto arrogante, la postura de llevarse al mundo por delante, el desinterés que deja en evidencia ante las personas.
Ahora bien, si te ganas su confianza tendrás a una leona encadenada a tu muñeca, lista para atacar a quienes deseen lastimarte, tal como lo hizo con Frankie, tal como lo haría con cualquiera a quien ame.
Es justa con los demás: puede que no le intereses tanto, pero si no mereces su desprecio o si te debe algo, ella pagará sus deudas o te protegerá en la medida que sea posible.
El problema es que ya difícilmente le toma cariño a alguien, y cada vez se relaciona menos con otras personas. Últimamente es una loba solitaria. Desconfiada, nunca terminarás de ganarte sus confidencias: todo lo sabrás a medias, o incluso a veces no sabrás nada.
Y si te parece un poco lúgubre, un poco gris, puede que estés equivocado.
Ella no olvidó la técnica para divertirse, aún puede sonreír a pesar del dolor, y levantarse cada vez que caiga. Al menos por ahora… que todavía no vengó la muerte de su hermana.
Es una moneda con varias caras.
Por una parte es niña, por otra es mujer. Le tocará ser Frankie y deberá proteger a Charlie a la vez.
Tu deber reside en encontrar el cristal que nunca antes ha sido visualizado; debes llegar a donde nadie llegó, debes sacar a la luz lo que aún queda vivo en su ser, lo que aún no está putrefacto en la oscuridad.
Puede que te sorprendas.
De pequeña se caracterizó por su personalidad protectora hacia su hermana gemela, siempre defendiéndola y dedicándole su tiempo para enseñarle cosas o hacerla feliz.
También, en muchas ocasiones, metía a Frankie en problemas por ser tan traviesa y tener tantas ideas locas en la cabeza.
Hiperactiva, testaruda y un poco caprichosa, era encantadora al igual que su hermana, más inocente, graciosa y tranquila.
Ambas tenían sus encantos.
Ágil de mente, contestataria y problemática.
Y aún así dueña de un corazón enorme.
Con el paso del tiempo se transformó en una mujer seria con una máscara de tranquilidad, como si nada ni nadie pudiera alcanzarla, como si nada pudiera lastimarla.
Se la ve fuerte, decidida y despreocupada, pero por dentro sólo tiene miedo, angustia y un enorme vacío entre sus costillas.
El dolor de tantas tragedias en su vida no le permite descansar.
Su corazón palpita apresuradamente, su sangre corre veloz, y la ansiedad la consume.
Se siente sola, aunque no lo demuestre, aunque nunca te explique qué le sucede, aunque nunca te haga saber que algo va mal con ella.
Naturalmente, como no le gusta mostrarse débil, tampoco le agrada que la contengan. Como todos, necesita cariño y atención, pero prefiere no evidenciarlo. Además, lo que menos espera es encariñarse con alguien (pero de todos modos piensa que es incapaz ya de querer a otra persona luego de tantas pérdidas).
Su falsa despreocupación la demuestra con bromas y sonrisas y un gesto arrogante, la postura de llevarse al mundo por delante, el desinterés que deja en evidencia ante las personas.
Ahora bien, si te ganas su confianza tendrás a una leona encadenada a tu muñeca, lista para atacar a quienes deseen lastimarte, tal como lo hizo con Frankie, tal como lo haría con cualquiera a quien ame.
Es justa con los demás: puede que no le intereses tanto, pero si no mereces su desprecio o si te debe algo, ella pagará sus deudas o te protegerá en la medida que sea posible.
El problema es que ya difícilmente le toma cariño a alguien, y cada vez se relaciona menos con otras personas. Últimamente es una loba solitaria. Desconfiada, nunca terminarás de ganarte sus confidencias: todo lo sabrás a medias, o incluso a veces no sabrás nada.
Y si te parece un poco lúgubre, un poco gris, puede que estés equivocado.
Ella no olvidó la técnica para divertirse, aún puede sonreír a pesar del dolor, y levantarse cada vez que caiga. Al menos por ahora… que todavía no vengó la muerte de su hermana.
Es una moneda con varias caras.
Por una parte es niña, por otra es mujer. Le tocará ser Frankie y deberá proteger a Charlie a la vez.
Tu deber reside en encontrar el cristal que nunca antes ha sido visualizado; debes llegar a donde nadie llegó, debes sacar a la luz lo que aún queda vivo en su ser, lo que aún no está putrefacto en la oscuridad.
Puede que te sorprendas.
familia
Padre
Noah Norwood
Empresario londinense.
Presidente de una empresa multinacional.
Noah fue un hombre íntegro, impecable, con una personalidad encantadora y una inteligencia fuera de lo normal.
Trabajador incansable, un esposo atento y un padre amoroso.
Él no tenía problemas con nadie, y todos lo querían.
Murió de cáncer en el año Mil Novecientos noventa y ocho.
Charlie lo recuerda con cariño y se encomienda a él cada vez que se siente sola. A veces le habla, sin obtener respuestas.
Madre
Alana Hale
Arquitecta y decoradora de interiores reconocida en Europa.
Hija de una familia acomodada de Londres.
Alana, si bien tenía un gran corazón, era lo opuesto a su esposo.
Una mujer nerviosa, constantemente estresada y de mal genio.
Adicta a su trabajo.
Amaba a su esposo más que a nadie, y con sus hijas estaba en un interminable conflicto, aunque siempre las amó, a su manera.
Actualmente se recupera de su adicción al alcohol, que la ha acompañado hace varias décadas.
Está en pareja hace cuatro años con un arquitecto llamado George.
Charlie decidió evitar a su madre siempre que pueda hacerlo.
Hermana gemela
Frankie Norwood
Maestra de música.
Frankie era idéntica a su hermana, pero por dentro, ambas eran bastante diferentes.
Ella era la más inocente y soñadora de las dos, la más temerosa y débil.
Se llevaban de maravillas y a Charlie le encantaba protegerla.
Compartían muchos gustos, a pesar de tener personalidades tan opuestas.
Fue asesinada en el año Dos mil doce.
Charlie aún no se recupera desde la pérdida de su pequeña hermana y por ello buscará venganza.
Primo
Philip Norwood
Conocido como Pip, actualmente es el único con el que Charlie puede contar.
Es hacker y detective a tiempo completo.
No, en verdad no lo es, pero intenta serlo.
Su prima sólo le confió los detalles de la muerte de Frankie, y ahora él es su mano derecha, quien se encarga de hacer investigaciones y facilitarle la información que necesita.
Por el momento vive en Londres, y se comunica con su prima de manera cibernética.
Está fascinado con el crimen de su prima Frankie y no es muy bueno disimulándolo.
Más allá de su personalidad superficial, es un chico con un corazón de oro.
Charlie lo sabe, pero nunca se lo hace saber, y sin embargo se encarga de mantenerlo en la oscuridad, para que no corra peligro.
Algún día serán buenos amigos.
Noah Norwood
Empresario londinense.
Presidente de una empresa multinacional.
Noah fue un hombre íntegro, impecable, con una personalidad encantadora y una inteligencia fuera de lo normal.
Trabajador incansable, un esposo atento y un padre amoroso.
Él no tenía problemas con nadie, y todos lo querían.
Murió de cáncer en el año Mil Novecientos noventa y ocho.
Charlie lo recuerda con cariño y se encomienda a él cada vez que se siente sola. A veces le habla, sin obtener respuestas.
Madre
Alana Hale
Arquitecta y decoradora de interiores reconocida en Europa.
Hija de una familia acomodada de Londres.
Alana, si bien tenía un gran corazón, era lo opuesto a su esposo.
Una mujer nerviosa, constantemente estresada y de mal genio.
Adicta a su trabajo.
Amaba a su esposo más que a nadie, y con sus hijas estaba en un interminable conflicto, aunque siempre las amó, a su manera.
Actualmente se recupera de su adicción al alcohol, que la ha acompañado hace varias décadas.
Está en pareja hace cuatro años con un arquitecto llamado George.
Charlie decidió evitar a su madre siempre que pueda hacerlo.
Hermana gemela
Frankie Norwood
Maestra de música.
Frankie era idéntica a su hermana, pero por dentro, ambas eran bastante diferentes.
Ella era la más inocente y soñadora de las dos, la más temerosa y débil.
Se llevaban de maravillas y a Charlie le encantaba protegerla.
Compartían muchos gustos, a pesar de tener personalidades tan opuestas.
Fue asesinada en el año Dos mil doce.
Charlie aún no se recupera desde la pérdida de su pequeña hermana y por ello buscará venganza.
Primo
Philip Norwood
Conocido como Pip, actualmente es el único con el que Charlie puede contar.
Es hacker y detective a tiempo completo.
No, en verdad no lo es, pero intenta serlo.
Su prima sólo le confió los detalles de la muerte de Frankie, y ahora él es su mano derecha, quien se encarga de hacer investigaciones y facilitarle la información que necesita.
Por el momento vive en Londres, y se comunica con su prima de manera cibernética.
Está fascinado con el crimen de su prima Frankie y no es muy bueno disimulándolo.
Más allá de su personalidad superficial, es un chico con un corazón de oro.
Charlie lo sabe, pero nunca se lo hace saber, y sin embargo se encarga de mantenerlo en la oscuridad, para que no corra peligro.
Algún día serán buenos amigos.
historia
Noah y Alana, felizmente casados, esperaban con ansias a su primogénito. El varón que siempre soñaron tener: Charles.
Hacía exactamente diez años que se unieron en sagrado matrimonio (aunque ninguno de los dos era realmente religioso) y el embarazo se hizo esperar demasiado, hasta ese día.
Catorce de Enero. Mil novecientos ochenta.
Alana le diría adiós a su gran barriga, al menos por un tiempo.
Todavía no había dado a luz a su primer hijo y ya soñaba con él segundo.
-Lo llamaremos Frank, Noah, ¿te imaginas? Dos niños bonitos.
Su esposo, entre risas, le pedía que sólo se enfocara en el parto, ya que para Frank faltaba un poco más. Ahora había que dedicarse a Charles.
¡Aunque no fue fácil!
El parto duró ocho horas y fue todo un sufrimiento bien recompensado.
Y es que no todo fue como lo esperaban, pero al menos mataron dos pájaros de un tiro.
Alana, luego de un trabajo que le costó sangre, sudor y lágrimas, dio a luz a dos niñitas. Gemelas. De cabellos rojizos.
Nada más lejano a un varón llamado Charles.
Aún así, los dichosos padres no desesperaron, sino que rieron alegres y decidieron que la primera bebé nacida respondería al nombre Charlie, y la segunda, la más pequeña, a Frankie.
Se sintieron afortunados con sus dos bebés, después de tanta espera, y quedaron embelesados por el precioso color de cabello que tenían sus hijas.
Creyeron que la fortuna nunca acabaría con tanta dicha, pero lamentablemente estaban equivocados.
***
Los problemas llegarían, pero lo bueno es que por un tiempo se hicieron esperar, haciendo que la familia Norwood disfrutara de varios años llenos de alegría y luz.
Noah disfrutaba de su paternidad más de lo que Alana disfrutaba de su maternidad, por lo que se permitió trabajar un poco menos, teniendo en cuenta de que carecían por completo de todo problema económico, y se enfocó en sus dos princesitas, jugando con ellas, paseando y haciendo monerías y tonterías para el agrado de las pelirrojas.
Su esposa, adicta a su trabajo, encontraba más dificultoso conectar con sus hijas todo el tiempo: ellas le daban más problemas que las construcciones en las que se comprometía, y prefería pasar tiempo afuera y disfrutar de las horas restantes a la noche.
Pero la respuesta es sí: amaba a sus hijas con todo su corazón.
La cuestión es que no se acostumbraba a lidiar con tanta responsabilidad, no lograba entender cómo dos niñitas pequeñas tenían libre albedrío, hacían lo que se les antojaba y en ocasiones, sus antojos eran de lo más descabellados, puesto que sus hijas eran… un poco traviesas.
O hiperactivas. Tal vez esa sea la palabra.
Lo cierto es que Charlie y Frankie no conocían la palabra descanso: corrían por todos lados, buscaban aventuras en cada rincón de la casa y se les daba muy bien romper objetos decorativos que mamá tanto se esmeraba en encontrarles un lugar para que se lucieran.
Eran alegres y graciosas a tiempo completo, pero imposibles de detener en igual medida.
Dos torbellinos, dos demonios con los cabellos encendidos.
Charlie se caracterizaba por ser la cabecilla del dúo dinámico.
Ella tenía unas ideas magníficas a la hora de hacer molestar a los demás, aunque no se daba cuenta al principio de todo el caos que causaba su mentecilla. Sólo quería jugar, divertirse y ser libre.
Testaruda, odiaba cuando su madre llegaba y comenzaba a regañarlas, porque para ella todo eso era tan divertido que no comprendía qué es lo que hacía mal.
Con su carácter tan fuerte, era normal que fuera contestataria e incapaz de acatar órdenes. Rebelde por naturaleza, una leona nacida en una sabana infinita.
Frankie, por su lado, era menos creativa.
Igual de activa que su hermana, pero sin liderazgo ni fuerza para llevar a cabo sus travesuras.
Temía que sus padres se enojaran con ella, y generalmente intentaba ser la voz de la conciencia de su gemela, y al final sólo se dejaba convencer por la otra.
Era inocente y muy inteligente, pero poco despierta. Un poco más lenta que Charlie; no lograba armar respuestas tan rápidas para pelear con su madre, porque enseguida le temblaban las rodillas.
Las amenazas hacían efecto en ella y cuando le hablaban de castigos se imaginaba como una víctima de la Inquisición.
Solía esconderse tras su hermana mientras la otra se defendía por las dos y la justificaba.
La única que no era blanco de los enojos y reproches de Charlie era Frankie. Porque se amaban profundamente.
Si alguna vez, la mayor era directa o cruel con su hermana, era sólo para darle lecciones que le sirvieran en un futuro.
Odiaba ver a Frankie herida, y peor era cuando veía que los demás la instaban a hacer estupideces que no fueran las suyas.
Eran inseparables, una sola alma, un solo corazón, una sola emoción, y dos mentes diferentes.
Esto, claro, sería determinante en los próximos años.
***
Año Mil novecientos noventa y cinco.
La adolescencia recién había alcanzado a las gemelas Norwood, quienes seguían adorándose, pero cada vez se encontraban más distanciadas por cuestiones de gustos.
Charlie, la chica rebelde, ya comenzaba a salir con sus amigos quienes eran conocidos por ser los más populares del curso. Frankie también estaba en ese grupo, pero no encajaba del todo en él, sólo permanecía allí por insistencia de su hermana y al mismo tiempo por necesidad de estar a su lado.
Y es que las cosas cada vez eran más difíciles en la residencia Norwood.
Noah cada vez trabajaba más. Con el paso de los años, sus hijas seguían creciendo y cada vez lo necesitaban menos, así que decidió volver a dedicarse casi por completo a su trabajo, lo cual no cambió en nada la relación entre padre e hijas.
Pero con Alana era diferente: el estrés constante de su trabajo la presentaron ante unos desagradables vicios. Primero fue el café y la goma de mascar, las compras compulsivas y el ejercicio, y luego todo eso pasó a segundo plano cuando conoció las propiedades del alcohol.
Hacía siete años ya que la mujer bebía grandes cantidades de bebidas alcohólicas a escondidas, pero en los últimos años los efectos se fueron evidenciando más, creando conflicto entre ella y su esposo, quien la seguía amando, pero no toleraba ver el daño constante que se hacía a sí misma.
Ella, naturalmente, se defendía con gritos y palabras crueles que luego intentaba borrar con besos y promesas.
Noah nunca pudo dejar sola a su mujer, y siempre volvía a ella.
Pero para Charlie era algo desagradable ver en lo que su madre se había convertido: la consideraba débil y estúpida.
Sí, la quería, pero eso no le impedía ver que estaba arruinando a la familia con su nuevo amor por los licores, y por sobretodo, eso influía de manera considerable a Frankie quien sufría en silencio cuando veía a su madre violenta o torpe como un oso atrapado en una red.
De manera que el alejamiento entre madre e hija fue algo inevitable. No se trataba de un acuerdo, sino que Charlie cada vez pasaba menos tiempo en casa, y cuando estaba allí las peleas afloraban con rapidez, haciendo que la relación fuera cada vez más turbia, y que la pelirroja le tuviera menos estima con el tiempo.
Su rebeldía propia de la adolescencia hizo que chocaran con más constancia y los gritos que le propiciaba alcanzaban un tono muy elevado.
Pero con el paso de los meses aquello cambió de repente.
Y nadie supo por qué.
Charlie se había creído tanto el perfil que se empeñaba en demostrarles a los demás que no se permitía expresar sus más oscuros pensamientos y sus peores momentos, como el que tuvo que vivir con tan sólo quince años, una noche en la que estaba sola, mientras Frankie había decidido salir con sus padres, para no enfurecer a su madre.
Aquella vez, se quedó en compañía del amigo de un amigo, un práctico desconocido que, había descubierto hacía poco, que le caía mal, y por tanto, al primer intento de escapar del compromiso de salir con él, el joven la inmovilizó y abusó de ella propinándole golpes en todo el cuerpo excepto en la cara (era muy bella para arruinar su rostro, le dijo esa noche).
Una vez las llamas del infierno se apagaron, se secó las lágrimas, corrigió su maquillaje, peinó su roja cabellera y volvió a casa en el más frío de los silencios.
En su interior habían quedado cenizas ardientes que hasta el día de la fecha no ha podido apagar.
Y es que si tal vez… si tal vez hubiera confesado el horror, las cosas hubieran sido más fáciles, pero prefirió callar, dejar ese terrible momento en el pasado, o al menos dentro de sus costillas, en la oscuridad.
Ni sus padres ni su hermana se enteraron jamás de la violación que había sufrido, y ni siquiera sospecharon algo relacionado al asunto.
Charlie llegó antes que los demás a su casa, y se acostó en su cama.
Cuando despertó al día siguiente, todo continuó como el día anterior.
La única diferencia fue que no volvió a contestarle a su madre ninguno de los comentarios que ésta le hacía.
Su única catarsis la encontraría, a los pocos meses, en una clase de defensa personal.
Había sido débil, había permitido que la atacaran, pero nunca más volvería a ocurrirle, eso era una promesa consigo misma.
***
Año Mil novecientos noventa y ocho.
Noah Norwood falleció una tarde lluviosa en su propia cama, víctima de un tumor cerebral inoperable. La enfermedad lo consumió en pocos meses y ahora sólo quedaban memorias de lo que alguna vez había sido.
Alana no había cambiado demasiado en los últimos años, y con la muerte de su amado esposo, la necesidad de trabajo y de alcohol se incrementó, y nunca volvió a ser la misma.
Charlie lloró por primera vez en muchos años frente a su hermana, inconsolable por la derrota de su padre. Sintió el gusto amargo de la injusticia, del dolor y del infortunio.
Apenas cuando se recuperaba internamente, justo cuando comenzaba a sentirse segura de sí misma aprendiendo defensa personal y viendo al horizonte con esperanza, su padre moría dejándola desamparada.
Deseó que su madre estuviera en el lugar de él. Pero no se lo dijo.
Se lo guardó como todo lo que se había guardado hacía tantos meses atrás.
Y cuando llegó el momento del funeral, repitió los pasos de aquella fatídica noche, corrigiendo su maquillaje, peinando su rojiza cabellera, y estrenando una máscara que mostraba calma y fortaleza.
A Frankie, en cambio, le tocó quebrarse en el cementerio, cuando el ataúd de su padre dejó de verse bajo la tierra húmeda.
Charlie, al día siguiente, le regaló un boleto para viajar a Italia.
Su hermana, agradecida, le pidió que fuera con ella más fue en vano.
¿Quién se encargaría de los asuntos que Noah había dejado pendiente? ¿Su madre alcohólica? ¿Los buitres que rondaban por los intereses de su familia ahora que la cabecilla de ésta había fallecido?
Sintió la obligación de tomar el lugar de su padre durante los próximos meses, mientras el mar se veía turbulento.
Dejó ir a su hermana, le quitó todo el peso de encima, y deseó que pudiera sonreír por ella.
***
Frankie volvió dos semanas más tarde, renovada y al mismo tiempo preocupada por su hermana.
Claro que el dolor por la pérdida de su padre no había acabado, pero poder distraerse en otro país conociendo gente nueva le resultó muy conveniente y cómodo.
Charlie, por el contrario, se mostró más fría de lo que ya era, cuando vio a su hermana. La abrazó, le dio un beso en la frente y se alegró de volver a verla, pero su rostro lucía pálido y sus ojos estaban enmarcados por ojeras oscuras. Estaba más delgada y su cabello se veía alborotado.
Habían sido dos semanas horribles para ella, teniendo que lidiar con su madre que casi acaba con su vida debido al alcohol, teniendo que enfrentarse a quienes deseaban apoderarse de lo que Noah Norwood había dejado, debiendo firmar papeles con el abogado de la familia, quedando como la encargada de los derechos e intereses de su padre hasta próximo aviso.
Y aún así, cuando Frankie le pidió que compartiera sus angustias con ella, Charlie le insistió en que se limitara a contar con lujos de detalles sus vacaciones.
Y la más niña de las gemelas así lo hizo.
Volvió, para sorpresa de las dos, enamorada.
Había conocido a un jovencito llamado Johan. Era unos dos años menor que ella, aunque le resultó de lo más maduro y encantador.
Si alguien le preguntaba a quién más había conocido, la muchacha no hubiera sabido qué responder, ya que todo se resumía en Johan y en su cabello, en Johan y en sus ojos, en Johan y su sonrisa, en Johan y su voz, en Johan y sus miles y miles de cualidades.
Sin embargo, cuando Charlie le preguntó sobre su familia, su apellido y demás cosas, la otra no supo qué contestarle.
-¡No lo sé, Charlie! Ahora que lo mencionas, sueno como una tonta, ¿verdad? Enamorada de un desconocido. Conocí su casa, pero no vi a nadie en ella, y por tanto no tuve necesidad de preguntar por su familia. He sido una tonta, ¿crees que podría volver a encontrarlo?
Su hermana la observó con un gesto cansado pero divertido.
Al lado de todo lo que había vivido, un amor de verano acabado era lo más alentador que había escuchado.
Le acarició el cabello y no le respondió.
Frankie sólo se limitó a morderse el labio inferior, avergonzada, y le tendió una fotografía en la que se veía el rostro del tal Johan junto al rostro de su hermana, que también era el suyo. Y la cabeza le dio vueltas.
Le devolvió la fotografía.
-Es un muchacho precioso, algún día iremos a buscarlo, y lo confundiremos. ¿Le has dicho que tienes una hermana gemela?
Frankie respondió de forma negativa.
Charlie suspiró.
***
Año Dos mil siete.
Cuando las cuestiones de la familia Norwood se asentaron, Charlie no dudó en marcharse de allí.
Escapó sin perder el tiempo a Francia, para estudiar Arte.
Estaba harta de la situación con su madre, y sólo deseaba estar con Frankie, quien no muy segura al principio, aceptó ir con ella.
Creyó que tal vez, podrían viajar a Italia al tiempo de mudarse a París.
Pero nunca lo hicieron.
Mientras su gemela estudiaba Arte, ella encontró un mundo bohemio de lo más adorable, lleno de personas sonrientes que sólo alimentaban su alma con la música. A Frankie siempre le había gustado la música. Sabía tocar el piano y la guitarra y no tardó en sumarse a ese grupo y más tarde aprender a ejecutar otros instrumentos.
Casi por arte de magia, Johan había quedado en el pasado.
Pero Charlie aún lo recordaba.
La impresión que le causó verse a sí misma al lado de ese joven desconocido en aquella fotografía había quedado marcada a fuego en su alma. En aquella foto vio en su rostro una sonrisa enorme, que no recordaba violaciones ni muertes ni alcohólicos problemáticos.
Aún recordaba que, al ver esa imagen, se sintió por primera vez en calma, creyéndose que era ella misma la que había viajado a Italia.
Y a partir de ese entonces, comenzó a imaginar miles de escenas que su hermana habría vivido en sus vacaciones, para olvidar sus semanas más amargas.
De todos modos, Charlie no volvió a mencionar a ese misterioso joven cuando notó que su hermana ya no pensaba más en él como solía hacerlo.
Y ambas se limitaron a vivir sus nuevas vidas.
Frankie, más adelantada, conoció a Nathan, en el año Dos mil siete, un joven canadiense que vivía en Francia hacía varios años.
Fue amor a primera vista.
Y la joven soltó la mano de su gemela por segunda vez.
***
Año Dos mil nueve.
Charlie se enfocaba por ese entonces a hacer restauraciones artísticas. Tenía buena mano para ello, le encantaba sumirse en un mundo que no le pertenecía, pero al cual se sentía invitada cuando las pinturas o las esculturas le permitían acariciarles.
Su vida había vuelto a estabilizarse.
Hacía años que vivía en París, y jamás se había vuelto a cruzar con su madre, incluso sabiendo que ésta última viajaba a Francia muy seguido.
Vivía en un departamento amplio, muy iluminado, lleno de plantas y cuadros. Llevaba una vida lujosa, viajando cuando se le antojaba a los países que se le antojaban, tomando el mejor vino y codeándose con los mejores artistas del mundo.
Aún así, era solitaria.
Nunca había vuelto a tener una relación con un hombre después de esa fatídica noche, cuando tenía quince años. Simplemente no lograba conectar con ninguno.
Sí, había conocido a cientos de jóvenes apuestos, prometedores, perfectos de pie a cabeza, y hasta había tenido aventuras con muchos de ellos, y con dos hasta llegó a convivir pero sus relaciones nunca duraron más de tres meses. Charlie no encontraba la conexión con sus acompañantes, no sentía nada respecto a ellos, tal vez admiración, respeto o estima, pero nada más que eso.
A diferencia de ella, Frankie había contraído matrimonio hacía tres meses con Nathan, el hombre de sus sueños.
Ambos eran felices, el uno para el otro, se entendían con sólo una mirada y no había manera de encontrarlos sin una sonrisa en el rostro.
Residían por ese tiempo en Londres, manteniendo una comunicación telefónica y cibernética constante con su gemela, a pesar de verse más de cinco veces al año.
La unión entre ellas no era la misma, pero estaba allí, presente.
Para Frankie todo le resultaba más fácil, pero a Charlie le hacía falta la compañía de su hermana, pero por supuesto, ésta nunca se lo dijo: fingía estar totalmente feliz con lo que le sucedía a su hermana y negaba una y otra vez el hecho de sentirse sola. Incluso muchos conocidos cuando las comparaban decían que seguían siendo las mismas, una más fuerte que la otra, allí en París, siendo exitosa y hermosa, independiente y superada.
Nada más lejano de la realidad.
Charlie no había superado nada. Tal vez por eso no podía conectar con ninguna persona, como lo había logrado su hermana.
Simplemente no estaba lista, no se hallaba en ese mundo nuevo, porque los recuerdos y las angustias la acompañaban con constancia.
Mientras tanto, el show continuaba, y la alegría que sintió por su hermana al enterarse de que estaba embarazada fue sincera, pero no le ayudó a sentirse mejor consigo misma.
Ni siquiera cuando tuvo a su sobrina y ahijada entre sus brazos, con la cabellera rojiza como ella y su hermana.
Eden, la habían llamado. Eddie, la bautizó Charlie con dulzura.
Ahora tenía a otro ser más al que amar y cuidar.
Incluso de su madre. Sobretodo de Alana, quien hacía dos años había cortado toda relación con la inocente Frankie quien nunca la había dejado sola.
Charlie no permitiría que esa preciosa familia fuera arruinada de la misma forma en la que se arruinó la suya.
Sin embargo, ¿qué son las promesas?
Sólo palabras.
Y el destino es sordo y no las escucha.
***
Año Dos mil once.
El teléfono sonó e hizo eco en la habitación silenciosa y a oscuras.
Charlie se despertó de inmediato y de repente supo que algo había sucedido.
Atendió, casi con un hilo de voz, y escuchó como temía, la voz de su hermana del otro lado. Apenas lograba entenderle las palabras que se inmiscuían bajo un llanto desesperado.
Nathan había tenido un accidente automovilístico.
Eddie estaba con él.
Ninguno de los dos sobrevivió.
Y Charlie supo lo que venía después.
Era cierto: ella se parecía más a su madre, con ese carácter desafiante y agudo, pero Frankie era débil como Alana.
Temió que su hermana hiciera un infierno de su vida con su pérdida.
No, en realidad, estaba segura de que sucedería lo peor.
Dejó su departamento abandonado y voló ese mismo día a Londres.
Se instaló en la casa de su hermana y le prometió que no la dejaría sola.
Frankie vestía de negro, aún faltaba una hora para el funeral, y ya olía a alcohol.
Charlie lo dejó pasar, calló y la abrazó. Luego se vistió de negro, lo cual realzó la similitud entre ambas, y peinó el cabello de su hermana. Le corrigió el maquillaje. Sintió como si se estuviera enfrentando a un espejo.
Cuando volvieron, las dos solas, nuevamente solas en el mundo, sus temores se volvieron realidad y en ese momento conoció a la nueva Frankie. A la Frankie rota.
Nunca volvería a ser la misma que un día fue.
Se entregó por completo al alcohol, al igual que lo hizo una vez su madre, y no permitió que Charlie le ayudara, no permitió que su hermana la salvara.
En el fondo lo sabía: Frankie sólo deseaba morir, y no se detendría hasta conseguirlo, pero Charlie necesitaba mantenerla con ella, ¿de qué manera sino podría soportar el dolor de no volver a verla?
Al principio, las medidas que tomaba para con su hermana parecían surtir efecto, pero más tarde todos los progresos eran olvidados bajo un velo de frustración.
La destrozada mujer estaba a punto de tocar fondo, y Charlie se iría con ella… pero luego se vería obligada a emerger a la superficie.
Tocar fondo significaba, en este caso, convertirse en lo opuesto que alguna vez había sido.
La inocente niña que alguna vez fue quedó atrás el día que Charlie llegó a la casa de su hermana y la encontró en la cama con un desconocido que se veía desprolijo.
Era unos seis años menor que ellas, su ropa se veía sucia y en su mano colgaba una botella de alcohol a medias.
Con amargura pateó la mano que colgaba de la cama, que inmediatamente soltó el objeto que sostenía y despertó, sobresaltado, al joven que sacudió a la mujer que dormía a su lado con un gesto de terror. Evidentemente estaba tan alcoholizado que no entendía cómo podía haber dos mujeres idénticas en la misma habitación.
Charlie no tardó ni un segundo en echarlo con improperios y empujones, pero Frankie le pidió que lo dejara, alegando que le resultaba una buena compañía, que disfrutaba con él.
Su nombre era Arthur.
A ella ni siquiera le gustaba ese nombre.
Así que lo echó sin escuchar a su hermana, quien acabó siendo arrastrada a la bañadera para que saliera de ese estado de resaca que tenía.
Al día siguiente, Frankie no estaba más en su casa, pero atendió su teléfono cuando su hermana la llamó y le dio la dirección del apartamento de Arthur, el cual descubrió que era más inmundo de lo que el propio joven podía ser.
Pensó en resignarse, en serio lo hizo.
Pensó en dejarlos ser, a ambos, pensó en irse y sólo limitarse a proteger a su hermana de lejos, pero antes, sin poder resistirse, revolvió toda la casa cuando Arthur se marchó a comprar cigarrillos.
Frankie apenas se daba cuenta de que su hermana estaba con ella debido a la gran cantidad de alcohol que había tomado.
Lamentablemente, encontró lo que esperaba encontrar.
Drogas, alcohol, alimentos dulces, suciedad por todos lados y… un arma cuya empuñadura mostraba un elegante grabado que recitaba la palabra Cuneo.
No quiso saber lo que significaba, así que sólo descargó el arma y se llevó las balas.
A continuación levantó a su hermana sosteniéndola del brazo y se la llevó a la casa en la que había vivido con Nathan, creyendo que Arthur el tonto no volvería a aparecer, pero estaba equivocada, porque no sólo apareció sino que se volvió a llevar a su hermana, y en esta ocasión fue la última vez que lo hizo.
***
Horas más tarde el cabello rojizo de una de las gemelas caía sobre el rostro pálido de la otra. Sin embargo, ésta última no sentía nada: ni el roce de sus cabellos ni los gritos ni las lágrimas caer sobre sus pómulos.
Frankie estaba totalmente ensangrentada.
Sus vestimentas desgarradas y unos claros pero visibles hematomas en sus muslos dejaban al descubierto el horror que había vivido antes de ser apuñalada una docena de veces. Los labios de la mujer olían a alcohol y a sangre. En sus pómulos brillaba el recuerdo de unas lágrimas que habían rozado su piel antes que las de su hermana.
Sus ojos estaban cerrados, y en algunas zonas se veían morados.
Arthur yacía un poco más cerca de la puerta.
Llevaba una camiseta blanca que tenía manchas viejas y una más reciente: la huella del zapato de Charlie, quien al encontrarse con esa escena macabra no se molestó en esquivar el cuerpo inerte del joven.
La casa se veía doblemente revuelta, mucho más que antes.
Luego de varias horas de llanto, depositó a su hermana suavemente en el suelo y revisó la casa. No había dinero, ni tampoco drogas, pero las paredes estaban manchadas de sangre, incluso en las habitaciones donde la pelea no había tenido lugar.
Buscó el arma: no la encontró.
Supo que su hermana había muerto inocente, por culpa de ese estúpido drogadicto que se metió con las personas menos indicadas.
También supo que nadie haría justicia por ellos.
Llamó a la policía entonces, y al día siguiente dejó el cuerpo de su hermana bajo tierra.
Ni siquiera se molestó en disimular su tristeza ni su llanto, y cuando vio llegar a su madre y a la pareja de ésta, la echó a golpes.
Todos los demás que presenciaron la escena se marcharon de inmediato, dejándola sola con su gemela fallecida.
***
Charlie quiso morir durante los meses siguientes.
No lo logró.
No pudo pasar una gota de alcohol por su garganta, y todo intento de suicidio se veía frustrado por la sonrisa de su hermana en aquella foto con aquel joven que conoció en Italia.
Ella era feliz y luminosa como un ángel, y murió como si a nadie le importara su pureza, su bondad y su inocencia.
La imagen de su cuerpo inerte ensangrentado le daba ganas de morir, pero la imagen de su hermana adolescente sonriendo, feliz con un desconocido, hacía que quisiera vivir por ella.
Nunca se había considerado una persona vengativa, pero en ese momento necesitó hacerse con el asesino de Frankie y matarlo con sus propias manos.
Pero no tenía nada con qué llegar al paradero de aquella persona.
Sólo había una pista.
Una palabra.
Cinco letras.
Cuneo.
¿Qué significaba eso?
Lo buscó incesantemente día y noche, hasta que dio con poca información que podría convertirse en una venganza si ponía la dedicación necesaria en ello.
Aquella palabra dio con una familia.
Y aquella familia le indicó un punto en el mapa.
Nueva York.
Allí comenzarían sus pasos.
Allí derramaría la sangre del asesino de su hermana.
Y luego, tal vez, podría morir tranquila.
Hacía exactamente diez años que se unieron en sagrado matrimonio (aunque ninguno de los dos era realmente religioso) y el embarazo se hizo esperar demasiado, hasta ese día.
Catorce de Enero. Mil novecientos ochenta.
Alana le diría adiós a su gran barriga, al menos por un tiempo.
Todavía no había dado a luz a su primer hijo y ya soñaba con él segundo.
-Lo llamaremos Frank, Noah, ¿te imaginas? Dos niños bonitos.
Su esposo, entre risas, le pedía que sólo se enfocara en el parto, ya que para Frank faltaba un poco más. Ahora había que dedicarse a Charles.
¡Aunque no fue fácil!
El parto duró ocho horas y fue todo un sufrimiento bien recompensado.
Y es que no todo fue como lo esperaban, pero al menos mataron dos pájaros de un tiro.
Alana, luego de un trabajo que le costó sangre, sudor y lágrimas, dio a luz a dos niñitas. Gemelas. De cabellos rojizos.
Nada más lejano a un varón llamado Charles.
Aún así, los dichosos padres no desesperaron, sino que rieron alegres y decidieron que la primera bebé nacida respondería al nombre Charlie, y la segunda, la más pequeña, a Frankie.
Se sintieron afortunados con sus dos bebés, después de tanta espera, y quedaron embelesados por el precioso color de cabello que tenían sus hijas.
Creyeron que la fortuna nunca acabaría con tanta dicha, pero lamentablemente estaban equivocados.
***
Los problemas llegarían, pero lo bueno es que por un tiempo se hicieron esperar, haciendo que la familia Norwood disfrutara de varios años llenos de alegría y luz.
Noah disfrutaba de su paternidad más de lo que Alana disfrutaba de su maternidad, por lo que se permitió trabajar un poco menos, teniendo en cuenta de que carecían por completo de todo problema económico, y se enfocó en sus dos princesitas, jugando con ellas, paseando y haciendo monerías y tonterías para el agrado de las pelirrojas.
Su esposa, adicta a su trabajo, encontraba más dificultoso conectar con sus hijas todo el tiempo: ellas le daban más problemas que las construcciones en las que se comprometía, y prefería pasar tiempo afuera y disfrutar de las horas restantes a la noche.
Pero la respuesta es sí: amaba a sus hijas con todo su corazón.
La cuestión es que no se acostumbraba a lidiar con tanta responsabilidad, no lograba entender cómo dos niñitas pequeñas tenían libre albedrío, hacían lo que se les antojaba y en ocasiones, sus antojos eran de lo más descabellados, puesto que sus hijas eran… un poco traviesas.
O hiperactivas. Tal vez esa sea la palabra.
Lo cierto es que Charlie y Frankie no conocían la palabra descanso: corrían por todos lados, buscaban aventuras en cada rincón de la casa y se les daba muy bien romper objetos decorativos que mamá tanto se esmeraba en encontrarles un lugar para que se lucieran.
Eran alegres y graciosas a tiempo completo, pero imposibles de detener en igual medida.
Dos torbellinos, dos demonios con los cabellos encendidos.
Charlie se caracterizaba por ser la cabecilla del dúo dinámico.
Ella tenía unas ideas magníficas a la hora de hacer molestar a los demás, aunque no se daba cuenta al principio de todo el caos que causaba su mentecilla. Sólo quería jugar, divertirse y ser libre.
Testaruda, odiaba cuando su madre llegaba y comenzaba a regañarlas, porque para ella todo eso era tan divertido que no comprendía qué es lo que hacía mal.
Con su carácter tan fuerte, era normal que fuera contestataria e incapaz de acatar órdenes. Rebelde por naturaleza, una leona nacida en una sabana infinita.
Frankie, por su lado, era menos creativa.
Igual de activa que su hermana, pero sin liderazgo ni fuerza para llevar a cabo sus travesuras.
Temía que sus padres se enojaran con ella, y generalmente intentaba ser la voz de la conciencia de su gemela, y al final sólo se dejaba convencer por la otra.
Era inocente y muy inteligente, pero poco despierta. Un poco más lenta que Charlie; no lograba armar respuestas tan rápidas para pelear con su madre, porque enseguida le temblaban las rodillas.
Las amenazas hacían efecto en ella y cuando le hablaban de castigos se imaginaba como una víctima de la Inquisición.
Solía esconderse tras su hermana mientras la otra se defendía por las dos y la justificaba.
La única que no era blanco de los enojos y reproches de Charlie era Frankie. Porque se amaban profundamente.
Si alguna vez, la mayor era directa o cruel con su hermana, era sólo para darle lecciones que le sirvieran en un futuro.
Odiaba ver a Frankie herida, y peor era cuando veía que los demás la instaban a hacer estupideces que no fueran las suyas.
Eran inseparables, una sola alma, un solo corazón, una sola emoción, y dos mentes diferentes.
Esto, claro, sería determinante en los próximos años.
***
Año Mil novecientos noventa y cinco.
La adolescencia recién había alcanzado a las gemelas Norwood, quienes seguían adorándose, pero cada vez se encontraban más distanciadas por cuestiones de gustos.
Charlie, la chica rebelde, ya comenzaba a salir con sus amigos quienes eran conocidos por ser los más populares del curso. Frankie también estaba en ese grupo, pero no encajaba del todo en él, sólo permanecía allí por insistencia de su hermana y al mismo tiempo por necesidad de estar a su lado.
Y es que las cosas cada vez eran más difíciles en la residencia Norwood.
Noah cada vez trabajaba más. Con el paso de los años, sus hijas seguían creciendo y cada vez lo necesitaban menos, así que decidió volver a dedicarse casi por completo a su trabajo, lo cual no cambió en nada la relación entre padre e hijas.
Pero con Alana era diferente: el estrés constante de su trabajo la presentaron ante unos desagradables vicios. Primero fue el café y la goma de mascar, las compras compulsivas y el ejercicio, y luego todo eso pasó a segundo plano cuando conoció las propiedades del alcohol.
Hacía siete años ya que la mujer bebía grandes cantidades de bebidas alcohólicas a escondidas, pero en los últimos años los efectos se fueron evidenciando más, creando conflicto entre ella y su esposo, quien la seguía amando, pero no toleraba ver el daño constante que se hacía a sí misma.
Ella, naturalmente, se defendía con gritos y palabras crueles que luego intentaba borrar con besos y promesas.
Noah nunca pudo dejar sola a su mujer, y siempre volvía a ella.
Pero para Charlie era algo desagradable ver en lo que su madre se había convertido: la consideraba débil y estúpida.
Sí, la quería, pero eso no le impedía ver que estaba arruinando a la familia con su nuevo amor por los licores, y por sobretodo, eso influía de manera considerable a Frankie quien sufría en silencio cuando veía a su madre violenta o torpe como un oso atrapado en una red.
De manera que el alejamiento entre madre e hija fue algo inevitable. No se trataba de un acuerdo, sino que Charlie cada vez pasaba menos tiempo en casa, y cuando estaba allí las peleas afloraban con rapidez, haciendo que la relación fuera cada vez más turbia, y que la pelirroja le tuviera menos estima con el tiempo.
Su rebeldía propia de la adolescencia hizo que chocaran con más constancia y los gritos que le propiciaba alcanzaban un tono muy elevado.
Pero con el paso de los meses aquello cambió de repente.
Y nadie supo por qué.
Charlie se había creído tanto el perfil que se empeñaba en demostrarles a los demás que no se permitía expresar sus más oscuros pensamientos y sus peores momentos, como el que tuvo que vivir con tan sólo quince años, una noche en la que estaba sola, mientras Frankie había decidido salir con sus padres, para no enfurecer a su madre.
Aquella vez, se quedó en compañía del amigo de un amigo, un práctico desconocido que, había descubierto hacía poco, que le caía mal, y por tanto, al primer intento de escapar del compromiso de salir con él, el joven la inmovilizó y abusó de ella propinándole golpes en todo el cuerpo excepto en la cara (era muy bella para arruinar su rostro, le dijo esa noche).
Una vez las llamas del infierno se apagaron, se secó las lágrimas, corrigió su maquillaje, peinó su roja cabellera y volvió a casa en el más frío de los silencios.
En su interior habían quedado cenizas ardientes que hasta el día de la fecha no ha podido apagar.
Y es que si tal vez… si tal vez hubiera confesado el horror, las cosas hubieran sido más fáciles, pero prefirió callar, dejar ese terrible momento en el pasado, o al menos dentro de sus costillas, en la oscuridad.
Ni sus padres ni su hermana se enteraron jamás de la violación que había sufrido, y ni siquiera sospecharon algo relacionado al asunto.
Charlie llegó antes que los demás a su casa, y se acostó en su cama.
Cuando despertó al día siguiente, todo continuó como el día anterior.
La única diferencia fue que no volvió a contestarle a su madre ninguno de los comentarios que ésta le hacía.
Su única catarsis la encontraría, a los pocos meses, en una clase de defensa personal.
Había sido débil, había permitido que la atacaran, pero nunca más volvería a ocurrirle, eso era una promesa consigo misma.
***
Año Mil novecientos noventa y ocho.
Noah Norwood falleció una tarde lluviosa en su propia cama, víctima de un tumor cerebral inoperable. La enfermedad lo consumió en pocos meses y ahora sólo quedaban memorias de lo que alguna vez había sido.
Alana no había cambiado demasiado en los últimos años, y con la muerte de su amado esposo, la necesidad de trabajo y de alcohol se incrementó, y nunca volvió a ser la misma.
Charlie lloró por primera vez en muchos años frente a su hermana, inconsolable por la derrota de su padre. Sintió el gusto amargo de la injusticia, del dolor y del infortunio.
Apenas cuando se recuperaba internamente, justo cuando comenzaba a sentirse segura de sí misma aprendiendo defensa personal y viendo al horizonte con esperanza, su padre moría dejándola desamparada.
Deseó que su madre estuviera en el lugar de él. Pero no se lo dijo.
Se lo guardó como todo lo que se había guardado hacía tantos meses atrás.
Y cuando llegó el momento del funeral, repitió los pasos de aquella fatídica noche, corrigiendo su maquillaje, peinando su rojiza cabellera, y estrenando una máscara que mostraba calma y fortaleza.
A Frankie, en cambio, le tocó quebrarse en el cementerio, cuando el ataúd de su padre dejó de verse bajo la tierra húmeda.
Charlie, al día siguiente, le regaló un boleto para viajar a Italia.
Su hermana, agradecida, le pidió que fuera con ella más fue en vano.
¿Quién se encargaría de los asuntos que Noah había dejado pendiente? ¿Su madre alcohólica? ¿Los buitres que rondaban por los intereses de su familia ahora que la cabecilla de ésta había fallecido?
Sintió la obligación de tomar el lugar de su padre durante los próximos meses, mientras el mar se veía turbulento.
Dejó ir a su hermana, le quitó todo el peso de encima, y deseó que pudiera sonreír por ella.
***
Frankie volvió dos semanas más tarde, renovada y al mismo tiempo preocupada por su hermana.
Claro que el dolor por la pérdida de su padre no había acabado, pero poder distraerse en otro país conociendo gente nueva le resultó muy conveniente y cómodo.
Charlie, por el contrario, se mostró más fría de lo que ya era, cuando vio a su hermana. La abrazó, le dio un beso en la frente y se alegró de volver a verla, pero su rostro lucía pálido y sus ojos estaban enmarcados por ojeras oscuras. Estaba más delgada y su cabello se veía alborotado.
Habían sido dos semanas horribles para ella, teniendo que lidiar con su madre que casi acaba con su vida debido al alcohol, teniendo que enfrentarse a quienes deseaban apoderarse de lo que Noah Norwood había dejado, debiendo firmar papeles con el abogado de la familia, quedando como la encargada de los derechos e intereses de su padre hasta próximo aviso.
Y aún así, cuando Frankie le pidió que compartiera sus angustias con ella, Charlie le insistió en que se limitara a contar con lujos de detalles sus vacaciones.
Y la más niña de las gemelas así lo hizo.
Volvió, para sorpresa de las dos, enamorada.
Había conocido a un jovencito llamado Johan. Era unos dos años menor que ella, aunque le resultó de lo más maduro y encantador.
Si alguien le preguntaba a quién más había conocido, la muchacha no hubiera sabido qué responder, ya que todo se resumía en Johan y en su cabello, en Johan y en sus ojos, en Johan y su sonrisa, en Johan y su voz, en Johan y sus miles y miles de cualidades.
Sin embargo, cuando Charlie le preguntó sobre su familia, su apellido y demás cosas, la otra no supo qué contestarle.
-¡No lo sé, Charlie! Ahora que lo mencionas, sueno como una tonta, ¿verdad? Enamorada de un desconocido. Conocí su casa, pero no vi a nadie en ella, y por tanto no tuve necesidad de preguntar por su familia. He sido una tonta, ¿crees que podría volver a encontrarlo?
Su hermana la observó con un gesto cansado pero divertido.
Al lado de todo lo que había vivido, un amor de verano acabado era lo más alentador que había escuchado.
Le acarició el cabello y no le respondió.
Frankie sólo se limitó a morderse el labio inferior, avergonzada, y le tendió una fotografía en la que se veía el rostro del tal Johan junto al rostro de su hermana, que también era el suyo. Y la cabeza le dio vueltas.
Le devolvió la fotografía.
-Es un muchacho precioso, algún día iremos a buscarlo, y lo confundiremos. ¿Le has dicho que tienes una hermana gemela?
Frankie respondió de forma negativa.
Charlie suspiró.
***
Año Dos mil siete.
Cuando las cuestiones de la familia Norwood se asentaron, Charlie no dudó en marcharse de allí.
Escapó sin perder el tiempo a Francia, para estudiar Arte.
Estaba harta de la situación con su madre, y sólo deseaba estar con Frankie, quien no muy segura al principio, aceptó ir con ella.
Creyó que tal vez, podrían viajar a Italia al tiempo de mudarse a París.
Pero nunca lo hicieron.
Mientras su gemela estudiaba Arte, ella encontró un mundo bohemio de lo más adorable, lleno de personas sonrientes que sólo alimentaban su alma con la música. A Frankie siempre le había gustado la música. Sabía tocar el piano y la guitarra y no tardó en sumarse a ese grupo y más tarde aprender a ejecutar otros instrumentos.
Casi por arte de magia, Johan había quedado en el pasado.
Pero Charlie aún lo recordaba.
La impresión que le causó verse a sí misma al lado de ese joven desconocido en aquella fotografía había quedado marcada a fuego en su alma. En aquella foto vio en su rostro una sonrisa enorme, que no recordaba violaciones ni muertes ni alcohólicos problemáticos.
Aún recordaba que, al ver esa imagen, se sintió por primera vez en calma, creyéndose que era ella misma la que había viajado a Italia.
Y a partir de ese entonces, comenzó a imaginar miles de escenas que su hermana habría vivido en sus vacaciones, para olvidar sus semanas más amargas.
De todos modos, Charlie no volvió a mencionar a ese misterioso joven cuando notó que su hermana ya no pensaba más en él como solía hacerlo.
Y ambas se limitaron a vivir sus nuevas vidas.
Frankie, más adelantada, conoció a Nathan, en el año Dos mil siete, un joven canadiense que vivía en Francia hacía varios años.
Fue amor a primera vista.
Y la joven soltó la mano de su gemela por segunda vez.
***
Año Dos mil nueve.
Charlie se enfocaba por ese entonces a hacer restauraciones artísticas. Tenía buena mano para ello, le encantaba sumirse en un mundo que no le pertenecía, pero al cual se sentía invitada cuando las pinturas o las esculturas le permitían acariciarles.
Su vida había vuelto a estabilizarse.
Hacía años que vivía en París, y jamás se había vuelto a cruzar con su madre, incluso sabiendo que ésta última viajaba a Francia muy seguido.
Vivía en un departamento amplio, muy iluminado, lleno de plantas y cuadros. Llevaba una vida lujosa, viajando cuando se le antojaba a los países que se le antojaban, tomando el mejor vino y codeándose con los mejores artistas del mundo.
Aún así, era solitaria.
Nunca había vuelto a tener una relación con un hombre después de esa fatídica noche, cuando tenía quince años. Simplemente no lograba conectar con ninguno.
Sí, había conocido a cientos de jóvenes apuestos, prometedores, perfectos de pie a cabeza, y hasta había tenido aventuras con muchos de ellos, y con dos hasta llegó a convivir pero sus relaciones nunca duraron más de tres meses. Charlie no encontraba la conexión con sus acompañantes, no sentía nada respecto a ellos, tal vez admiración, respeto o estima, pero nada más que eso.
A diferencia de ella, Frankie había contraído matrimonio hacía tres meses con Nathan, el hombre de sus sueños.
Ambos eran felices, el uno para el otro, se entendían con sólo una mirada y no había manera de encontrarlos sin una sonrisa en el rostro.
Residían por ese tiempo en Londres, manteniendo una comunicación telefónica y cibernética constante con su gemela, a pesar de verse más de cinco veces al año.
La unión entre ellas no era la misma, pero estaba allí, presente.
Para Frankie todo le resultaba más fácil, pero a Charlie le hacía falta la compañía de su hermana, pero por supuesto, ésta nunca se lo dijo: fingía estar totalmente feliz con lo que le sucedía a su hermana y negaba una y otra vez el hecho de sentirse sola. Incluso muchos conocidos cuando las comparaban decían que seguían siendo las mismas, una más fuerte que la otra, allí en París, siendo exitosa y hermosa, independiente y superada.
Nada más lejano de la realidad.
Charlie no había superado nada. Tal vez por eso no podía conectar con ninguna persona, como lo había logrado su hermana.
Simplemente no estaba lista, no se hallaba en ese mundo nuevo, porque los recuerdos y las angustias la acompañaban con constancia.
Mientras tanto, el show continuaba, y la alegría que sintió por su hermana al enterarse de que estaba embarazada fue sincera, pero no le ayudó a sentirse mejor consigo misma.
Ni siquiera cuando tuvo a su sobrina y ahijada entre sus brazos, con la cabellera rojiza como ella y su hermana.
Eden, la habían llamado. Eddie, la bautizó Charlie con dulzura.
Ahora tenía a otro ser más al que amar y cuidar.
Incluso de su madre. Sobretodo de Alana, quien hacía dos años había cortado toda relación con la inocente Frankie quien nunca la había dejado sola.
Charlie no permitiría que esa preciosa familia fuera arruinada de la misma forma en la que se arruinó la suya.
Sin embargo, ¿qué son las promesas?
Sólo palabras.
Y el destino es sordo y no las escucha.
***
Año Dos mil once.
El teléfono sonó e hizo eco en la habitación silenciosa y a oscuras.
Charlie se despertó de inmediato y de repente supo que algo había sucedido.
Atendió, casi con un hilo de voz, y escuchó como temía, la voz de su hermana del otro lado. Apenas lograba entenderle las palabras que se inmiscuían bajo un llanto desesperado.
Nathan había tenido un accidente automovilístico.
Eddie estaba con él.
Ninguno de los dos sobrevivió.
Y Charlie supo lo que venía después.
Era cierto: ella se parecía más a su madre, con ese carácter desafiante y agudo, pero Frankie era débil como Alana.
Temió que su hermana hiciera un infierno de su vida con su pérdida.
No, en realidad, estaba segura de que sucedería lo peor.
Dejó su departamento abandonado y voló ese mismo día a Londres.
Se instaló en la casa de su hermana y le prometió que no la dejaría sola.
Frankie vestía de negro, aún faltaba una hora para el funeral, y ya olía a alcohol.
Charlie lo dejó pasar, calló y la abrazó. Luego se vistió de negro, lo cual realzó la similitud entre ambas, y peinó el cabello de su hermana. Le corrigió el maquillaje. Sintió como si se estuviera enfrentando a un espejo.
Cuando volvieron, las dos solas, nuevamente solas en el mundo, sus temores se volvieron realidad y en ese momento conoció a la nueva Frankie. A la Frankie rota.
Nunca volvería a ser la misma que un día fue.
Se entregó por completo al alcohol, al igual que lo hizo una vez su madre, y no permitió que Charlie le ayudara, no permitió que su hermana la salvara.
En el fondo lo sabía: Frankie sólo deseaba morir, y no se detendría hasta conseguirlo, pero Charlie necesitaba mantenerla con ella, ¿de qué manera sino podría soportar el dolor de no volver a verla?
Al principio, las medidas que tomaba para con su hermana parecían surtir efecto, pero más tarde todos los progresos eran olvidados bajo un velo de frustración.
La destrozada mujer estaba a punto de tocar fondo, y Charlie se iría con ella… pero luego se vería obligada a emerger a la superficie.
Tocar fondo significaba, en este caso, convertirse en lo opuesto que alguna vez había sido.
La inocente niña que alguna vez fue quedó atrás el día que Charlie llegó a la casa de su hermana y la encontró en la cama con un desconocido que se veía desprolijo.
Era unos seis años menor que ellas, su ropa se veía sucia y en su mano colgaba una botella de alcohol a medias.
Con amargura pateó la mano que colgaba de la cama, que inmediatamente soltó el objeto que sostenía y despertó, sobresaltado, al joven que sacudió a la mujer que dormía a su lado con un gesto de terror. Evidentemente estaba tan alcoholizado que no entendía cómo podía haber dos mujeres idénticas en la misma habitación.
Charlie no tardó ni un segundo en echarlo con improperios y empujones, pero Frankie le pidió que lo dejara, alegando que le resultaba una buena compañía, que disfrutaba con él.
Su nombre era Arthur.
A ella ni siquiera le gustaba ese nombre.
Así que lo echó sin escuchar a su hermana, quien acabó siendo arrastrada a la bañadera para que saliera de ese estado de resaca que tenía.
Al día siguiente, Frankie no estaba más en su casa, pero atendió su teléfono cuando su hermana la llamó y le dio la dirección del apartamento de Arthur, el cual descubrió que era más inmundo de lo que el propio joven podía ser.
Pensó en resignarse, en serio lo hizo.
Pensó en dejarlos ser, a ambos, pensó en irse y sólo limitarse a proteger a su hermana de lejos, pero antes, sin poder resistirse, revolvió toda la casa cuando Arthur se marchó a comprar cigarrillos.
Frankie apenas se daba cuenta de que su hermana estaba con ella debido a la gran cantidad de alcohol que había tomado.
Lamentablemente, encontró lo que esperaba encontrar.
Drogas, alcohol, alimentos dulces, suciedad por todos lados y… un arma cuya empuñadura mostraba un elegante grabado que recitaba la palabra Cuneo.
No quiso saber lo que significaba, así que sólo descargó el arma y se llevó las balas.
A continuación levantó a su hermana sosteniéndola del brazo y se la llevó a la casa en la que había vivido con Nathan, creyendo que Arthur el tonto no volvería a aparecer, pero estaba equivocada, porque no sólo apareció sino que se volvió a llevar a su hermana, y en esta ocasión fue la última vez que lo hizo.
***
Horas más tarde el cabello rojizo de una de las gemelas caía sobre el rostro pálido de la otra. Sin embargo, ésta última no sentía nada: ni el roce de sus cabellos ni los gritos ni las lágrimas caer sobre sus pómulos.
Frankie estaba totalmente ensangrentada.
Sus vestimentas desgarradas y unos claros pero visibles hematomas en sus muslos dejaban al descubierto el horror que había vivido antes de ser apuñalada una docena de veces. Los labios de la mujer olían a alcohol y a sangre. En sus pómulos brillaba el recuerdo de unas lágrimas que habían rozado su piel antes que las de su hermana.
Sus ojos estaban cerrados, y en algunas zonas se veían morados.
Arthur yacía un poco más cerca de la puerta.
Llevaba una camiseta blanca que tenía manchas viejas y una más reciente: la huella del zapato de Charlie, quien al encontrarse con esa escena macabra no se molestó en esquivar el cuerpo inerte del joven.
La casa se veía doblemente revuelta, mucho más que antes.
Luego de varias horas de llanto, depositó a su hermana suavemente en el suelo y revisó la casa. No había dinero, ni tampoco drogas, pero las paredes estaban manchadas de sangre, incluso en las habitaciones donde la pelea no había tenido lugar.
Buscó el arma: no la encontró.
Supo que su hermana había muerto inocente, por culpa de ese estúpido drogadicto que se metió con las personas menos indicadas.
También supo que nadie haría justicia por ellos.
Llamó a la policía entonces, y al día siguiente dejó el cuerpo de su hermana bajo tierra.
Ni siquiera se molestó en disimular su tristeza ni su llanto, y cuando vio llegar a su madre y a la pareja de ésta, la echó a golpes.
Todos los demás que presenciaron la escena se marcharon de inmediato, dejándola sola con su gemela fallecida.
***
Charlie quiso morir durante los meses siguientes.
No lo logró.
No pudo pasar una gota de alcohol por su garganta, y todo intento de suicidio se veía frustrado por la sonrisa de su hermana en aquella foto con aquel joven que conoció en Italia.
Ella era feliz y luminosa como un ángel, y murió como si a nadie le importara su pureza, su bondad y su inocencia.
La imagen de su cuerpo inerte ensangrentado le daba ganas de morir, pero la imagen de su hermana adolescente sonriendo, feliz con un desconocido, hacía que quisiera vivir por ella.
Nunca se había considerado una persona vengativa, pero en ese momento necesitó hacerse con el asesino de Frankie y matarlo con sus propias manos.
Pero no tenía nada con qué llegar al paradero de aquella persona.
Sólo había una pista.
Una palabra.
Cinco letras.
Cuneo.
¿Qué significaba eso?
Lo buscó incesantemente día y noche, hasta que dio con poca información que podría convertirse en una venganza si ponía la dedicación necesaria en ello.
Aquella palabra dio con una familia.
Y aquella familia le indicó un punto en el mapa.
Nueva York.
Allí comenzarían sus pasos.
Allí derramaría la sangre del asesino de su hermana.
Y luego, tal vez, podría morir tranquila.
otros datos
*Aún conserva la fotografía de Frankie y el misterioso Johan.
*Vive en un apartamento en Nueva York. Es bastante lujoso pero se ve poco personal ya que no hace mucho llegó allí. No tiene ninguna fotografía de su hermana.
*Sabe hablar en inglés, francés y alemán.
*Ella y su hermana tomaron clases de piano cuando eran pequeñas, sin embargo, Charlie nunca tuvo habilidad para ejecutar dicho instrumento.
*Lleva siempre una cámara fotográfica consigo. Es fotógrafa profesional además de restauradora, y ahora en Nueva York le será muy útil tomar fotografías.
*A diferencia de su hermana, tiene buena vista. Frankie llevó durante casi toda su infancia unos anteojos enormes cuyo marco era color rojo. Era la única manera que tenían las personas para diferenciarlas.
*Su manera de vestir es elegante. Tiene muy buen gusto.
*Charlie heredó la fortuna de su padre. Él mismo firmó el testamento tiempo antes de morir. Sabía que su esposa provenía de una familia rica y que por lo tanto no tendría problemas económicos, y creía que no era la persona idónea para dejarle sus bienes. Frankie permitió que su hermana fuera la única en manejar el dinero de su padre.
*Conduce un Porsche 911 Turbo. Lo compró apenas llegó a Nueva York.
*Tiene una gata llamada Pallas Athena.
*Le fascinan las plantas.
*Detesta el alcohol. También el cigarrillo.
*Está bien entrenada. Siempre tuvo aptitudes para el deporte, y gracias a sus clases de defensa personal no tiene miedo a cruzarse con el asesino de su hermana. Tiene un arma pequeña que es último modelo. Sabe manejarla muy bien.
*Lleva dos finas cadenas colgadas del cuello: la primera sostiene un pequeño dije que cristal que contiene un mechón de cabello de su hermana, el cual cortó antes de que la enterrasen. El segundo es un dije que le obsequió su padre cuando tenía doce años.
*Las pertenencias de su hermana están bien guardadas en Francia. Nadie, excepto ella, tiene acceso a sus cosas.
*El apartamento que tenía en Francia lo vendió.
Charlie Norwood- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 21/09/2013
Edad : 44
Re: Charlie Norwood~
ficha aceptada
Ya puedes proceder para hacer tus registros. Procura mantenerte activ@ y divertirte.
Beatrice Meller- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 26/08/2013
Página 1 de 1.
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Jue Oct 17, 2013 6:46 pm por Invitado
» Remember Me [Normal]
Miér Oct 16, 2013 12:04 am por Invitado
» Angel's Share [Afiliación Normal]
Vie Oct 04, 2013 1:41 pm por Invitado
» Registro de PB
Jue Oct 03, 2013 6:09 pm por Adrian Fouller
» Petición de Rol
Dom Sep 29, 2013 3:22 pm por Dianne M. Van Ewen
» Shades of Grey RPG ✘ +18 | Élite
Miér Sep 25, 2013 12:43 pm por Invitado
» The Edge of Lust (Afiliación Elite)
Miér Sep 25, 2013 11:52 am por Invitado
» Logan Strauss ID
Mar Sep 24, 2013 7:03 pm por Beatrice Meller
» Deseas pertenecer a mi Vida... mucho de donde escojer, si te unes te regalos muchos chocolates :3 [0/MUCHOS!]
Mar Sep 24, 2013 10:24 am por Dianne M. Van Ewen